Cuando era pequeña, no exitian los malls ni las tarjetas de credito. Para comprar en cuotas, la gente iba a la tienda y "abonaba" o pedia un "vale" firmando una "letra". No se podia volver a comprar hasta que dicho "vale" era cancelado en su integridad, bastante distinto a hoy en dia.
Por esos años (casi 25, estoy a un paso de los 33) el poder adquisitivo de los chilenos tampoco era el mismo de hoy en dia. No todos teníamos auto, ni telefono en las casas, ni televisores a color. Y por supuesto, no habia la variedad de ropa en gusto y precios que existe hoy.
En este escenario, en que el precio de un sueter quizas era el mismo de hoy en dia pero era escaso y comparativamente al sueldo de las personas, costoso, es que aprendí a tejer.
No recuerdo bien si fue mi abuelita o mi madre quien me dio las primeras lecciones, pero si recuerdo que de ellas aprendi los mejores secretos. Mi primera obra maestra, a los 8 o 9 años fue un monedero para mi mama, ya tenia el negocio armado en mi mente, vendiendo mis hermosos monederos... pero como les contaba, no era el tiempo ni el lugar apropiados.
Tenia 12 años cuando en mis vacaciones de invierno tejí mi primer sueter. Con 4 ovillos de lana naranja, punto espiga, muy simple. Era mi orgullo y lo use hasta que los remiendo no tenian de donde agarrarse.
Asi, mi guardarropa fue ampliandose. Sueter gris para el colegio, bufanda azul, gorro blanco. Como olvidar mis primeras lazadas, mis primeras revistas, heredadas de mi madre, mis primeros palillos, aun torcidos pero funcionales.
Recuerdo que mi abuelita nos tejia pantuflas de lana, las que también vendia a $500.- (1 dolar americano, aproximadamente), y chalecos calientitos. También guantes con dedos, los que tejía solo con 2 palillos y no dejaba costuras.
Una vez, en que teniamos pocos recursos, mi mamá, que es profesora de matemáticas, tejió guantes todo un invierno y los vendia en su escuela. El ingreso duró hasta que llegaron los guantes chinos, mas baratos que los de lana.
Mi abuela falleció en marzo de este año. Ha sido la perdida mas grande que he tenido, pero el encontrar a los pocos meses arañitas tejedoras, me ha ayudado a superar la perdida. Y es que cada vez que tejo siento que ella esta conmigo.
Tejer, un arte, la mejor herencia de mi abuela y mi madre.