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    miércoles, 8 de agosto de 2007
    CALCETINES, todos sus secretos


    Esta web (o mejor dicho, blog) es sensacional y muy especial, y aunque muchas ya la conocen, quise incluirla por si alguien no ha tenido la suerte de visitarla.



    Carlos tiene 39 años, es Colombiano y Canadiense. Hace 28 años que teje, es casado, con dos hijos, y vive en Welland, Ontario, Canada.
    En su blog, Carlos nos enseña de manera sencilla, con imagenes y tutoriales muy practicos, como tejer calcetines. Terminaciones, empeines y talones, no seran problema si sigues sus tutoriales.
    Gentilmente, me ha enviado copia de la entrevista que dio a Camila en el sitio de REVESDERECHO antes del hackeo, la cual transcribo textual:
    "Aprendí a tejer cuando tenía 11 años, pero las ganas de aprender fueron atizadas años antes. De cuatro años aprendí a bordar, hacer punto de cruz, y a tejer crochet. Ese año me enfermé con sarampión, rubéola, y varicela y mis padres no querían que me sentara frente al tele todo esos tiempos de convalecencia, así es como aprendí las manualidades. En mi familia, nadie tejía. Una vez una amiga de mi mamá vino a visitarle y mientras tomaban su café y hablaban, ella abrió su bolso y sacó algo que estaba tejiendo. Me quedé atónito viendo volar las dos agujas y la tela que aparecía como un arroyo de suavidad y textura. Ahí mismo corrí a mi alcoba para buscar mi proyecto de crochet para alardear de mis habilidades. La mujer con mucha gracia miró a mi trabajo y dijo algo cariñoso. Desde esa reunión estuve pendiente de las personas que tejían pero no logré encontrar muchos, ni menos alguien que me enseñara. Cuando tenía 10 años viajamos a la ciudad de Popayán, en la región del Cauca, Colombia. Visitamos muchos museos, galerías y catedrales, pero la memoria que todavía tengo fija en mi mente fue el mercado en una plaza central. La plaza estaba repleta de gente indígena Paez y Guambina, y muchos de ellos eran pastores. Ellos vendían ropa y accesorios tejidos a malla (punto) o con telar también. Usaban husos para hilar, y lo que me atrajo la atención fue que los hombres hilaban y tejían! Eso era una confirmación para mi (ya que la influencia de una sociedad machista me había forzado a esconder mis pasatiempos) que estaba bien que los hombres hiciera manualidades, especialmente tejer malla. Continuaba un problema, no tenía quien me enseñara. Afortunadamente, ese año en la escuela bilingüe donde asistía llegó una maestra que mientras nos leía cuentos y muchas veces cuando nos dictaba las materias, iba tejiendo a la vez. Solamente dejaba de tejer para usar la tiza en el tablero. Le vi como una ángel, y fue ella quien me enseñó a tejer. En ese momento, mi mamá ya no estaba tan cómoda con mis intereses y temía que me iba a volver homosexual si persistía con esos pasatiempos. Pero mi papá no estaba de acuerdo, y me compró las primeras agujas y madejas de lana. Unos años después, me construyó un telar.
    Seguí tejiendo toda mi adolescencia, pero a escondidas, porque todos se reían de mí. En el último año de bachillerato, en el colegio donde asistía, era posible tomar un curso que se llamaba ‘Vivir Independientemente’ donde se enseñaba como cocinar, limpiar, y coser por si acaso nos tocara vivir lejos de la familia. Muchos de mis compañeros, tanto como yo, éramos hijos de expatriados que trabajaban en Colombia, y todos íbamos a regresar a los países de nuestros padres para hacer las carreras universitarias, y no necesariamente tendríamos quien nos cuidara. Fue una oportunidad para revelar mis habilidades. Ese año tomé un patrón de mujer y lo alteré para crear mi primer suéter tejido. Claro que las bromas de mis compañeros rebosaban insultos de que yo era homosexual o afeminado. Estos insultos me hirieron mucho porque no entendía porque las mujeres tenían derecho a dominar el mundo textil. Sentía muy avergonzado y otra vez escondí mis deseos de tejer y no lo hice por varios años. De 18 años me vine al Canadá para hacer la carrera universitaria. Durante los meses de vacaciones, siempre buscaba algún tipo de trabajo para poder pagar la matrícula del año entrante. El segundo verano, encontré un trabajo como asistente del encargado de un museo local. La recepcionista del museo era tejedora, y muy pronto me animé de tejer de nuevo. Muchos almuerzos anduvimos a la tienda de lanas cercana y platicábamos con la dueña mientras almorzábamos. Cuando mi trabajo en el museo llegó a su fin, la dueña de la tienda de lanas me ofreció un trabajo para los fines de semana. Estuve en el cielo con ese trabajo. De ella, y de muchos clientes, aprendí técnicas, puntos, y acabados para los tejidos. Empecé a diseñar mi propio línea de moda y logré vender suéteres en esa tienda y también en algunos boutiques en otras ciudades cercanas. Desafortunadamente, los costos de la universidad y mi carrera me llevaron en otros rumbos y no pude continuar en el mundo de tejidos.
    En Canadá creo que sí es un poco más fácil ser tejedor sin automáticamente tener el estigma de homosexual, pero todavía hay mucha gente que presume ese estilo de vida al verme tejer en público. Lo que me parece muy gracioso es ver las caras cuando estoy con mi esposa y mis hijos y estoy tejiendo, como en un estadio de béisbol, o uno de los juegos de fútbol de mis hijos. A veces, las mujeres son muy aprobantes, pero la mayor parte del tiempo, los hombres no saben que hacer con la mirada. Están curiosos pero incrédulos a la vez. De vez en cuando se atreven a decir algo, pero es muy flojo. Me gusta cuando expresan envidia porque es una oportunidad de ofrecerles clases de tejer. Algunos hombres han cumplido con las clases, pero muchos encuentran que la oferta es más bien una amenaza. Para ser tejedor, hay que tener una confianza en uno mismo, y creo que esto es cierto tanto para mujeres que para hombres, pues la caracterización que ser tejedora es ser abuelita persiste todavía en muchas comunidades. La gente no sabe que en el siglo 19 en muchas partes de Europa, pero especialmente en Inglaterra los gremios de tejer eran restringidos a los hombres, y muchachos entre 14 y 21 años eran aprendices y tenían que tejer malla, no se cuantos metros de tela, para recibir su designación de artesano. En Escocia y Gales, familias enteras tejían medias para vender a la clase media y la aristocracia. Y como era gente humilde quien tejía, no se consideraba arte sino una artesanía sin mucho valor. Cuando llego la era industrial, el tejer tumbó más abajo en la percepción popular y desde entonces tiene una existencia secreta o cotidiana.
    La movida tejeril en mi ciudad es muy lenta, pues es una zona mas bien manufacturera y cualquier tipo de arte es menospreciado, pero en general en Canadá, hay una resurgencia en la tejería manual. Una de las autores más famosas en el mundo tejeril en Internet, Stephanie McPhee (apodo: Yarn Harlot), ese Canadiense y vive en Toronto. Recientemente publicó un libro que se llama “Knitting Rules!” (un doble-entendido que significa que el tejer debe gobernar y que hay reglas de cómo tejer que se deben ignorar). Ella menciona 5 razones por la cual la gente no teje y argumentos en contra de cada una:
    1) “No soy capaz, soy completamente torpe” – Pues, bien, que tan interesante, considerando que desde la invención del tejer en el siglo 14, ha sido labor infantil en muchas partes del mundo, les digo que esta excusa no cuela. Lo encuentro difícil creer que niños en toda parte del mundo son capaces de aprender a tejer aunque sean analfabetos y que no tengan muchas habilidades, pero un adulto que puede leer, escribir, conducir un automóvil o hacer funcionar un DVD no pueda tejer.
    2) “Nunca podría hacerlo; no tengo la paciencia.” tengo la capacidad de atención de un niño lleno de chocolatinas en una fiesta de cumpleaños, así que tampoco acepto a esta excusa. El tejer ortiga la paciencia al que lo haga. Averígüelo en tu alrededor. Casi toda tejedora te dirá que está en plena forma con la paciencia cuando tienen los palillos en sus manos y que esta actividad le hace más tolerante de percances ordinarios.
    3) “No puedo permitirme el lujo.” Tampoco. Los tejedores auténticos (los que están totalmente atrapados pero no se quiere fugar) tejerían con dos ramitas y hierba si no tuvieran dinero. Hay muchas maneras de sobresalirse en plan barato.
    4) “No tengo suficiente inteligencia.” El tejer, todo tejer – cada prenda – es hecha de dos puntos, revés y derecho. Si llevas puesto ropa, y te vestiste tu mismo, eres suficiente listo para tejer. Y si tu ropa y accesorios coordinan bien, tienes la agudeza para tejer bien.
    5) “No tengo el tiempo.” Ni lo piensas. Todos encontramos el tiempo para hacer lo que queremos hacer. Admítelo en vez de tejer, quieres hacer punto de cruz.
    El Internet ha cambiado el mundo tejeril para siempre. La cantidad de patrones, ayudas, y comunidades es tremenda. Ya no hay que esconderse. Las tejijuntas, tertulias, y intercambios no hubieran llegado con tanto fuerza si no fuera por el Internet. Me gusta participar en los foros en inglés y español y claro el blog (
    jigraknits.wordpress.com) es una oportunidad para compartir mis diseños y sueños con la comunidad tejeril.
    El tejer me lleva a un mundo muy relajado. Me gusta como un hilo pueda ser maniobrado para crear prendas bonitas, calurosas, y con mucha textura. A veces entro a un estado meditativo y por cada punto que hago, pienso en la persona que llevará puesto la prenda y que quiero mucho y rezo como si fuera un rosario, punto por punto, pero sin la pena o el pavor de aquél. La lucha contra el estereotipo de un hombre que teje la continuo, pero sin el enojo de antes. Ahora pienso que la gente, en especial los hombres que no tejen, carecen de una oportunidad creativa muy elaborado y de gran alcance.
    Mi papá me apoyó en todos mis sueños artísticos y me brindo una confianza en mi masculinidad que nadie ha podido tumbar. El murió hace 8 años, pero las lecciones que me enseño están firmemente arraigadas en mi corazón. Cuando me casé, mi mamá por fin pudo relajarse y ahora esta contenta con recibir prendas tejidas y con orgullo le habla a sus amigas de mis experiencias con el tejer. Mi esposa es la que mas ventaja tiene, pues todos los suéteres que tejí antes de casarme los compartimos y ahora recibe mucho de lo que tejo. Mis dos hijos no saben que un ‘hombre no debe tejer’, el menor sabe tejer crochet, el mayor me ayuda preparar la lana para hilar y pronto estará hilando en la rueca sin problema. Ambos quieren que yo abra una tienda de lanas donde puedan trabajar durante los veranos y fines de semanas cuando estén en bachillerato. Vamos a ver!
    Gracias Camila por esta oportunidad de compartir mi historia contigo y los otro lectores. Espero que mucha mas gente empieza a tejer. Es mas que un pasatiempo; es una vocación con mucho recompensa."

    Etiquetas:

    Te lo contó Pauli MuSa a las 9:53 p. m.  
    2 Comments:
    • At 22 de enero de 2008, 2:34 p. m., Blogger Charles (Stitchstud) said…

      Hola Paula! Gracias por esta pagina.
      Ahora tengo 40 años y ademas estoy estrenando podcast, pero creo que eso ya lo sabias! ;)

      Pronto pondre el episodio 2!

      Chao!

       
    • At 8 de febrero de 2008, 3:46 p. m., Blogger Unknown said…

      hola por casualidad llegue a esta pagina yo tambien soy de villa aleman
      y quiero aprender el macrame,pasando a otor punto encuentro lo mas genial que un hombre teja lo que piensen las demas personas tiene que tenerte sin cuidado sigue con lo que te gusta hay muchas mujeres que hacen trabajos de hombres y no por eso son lesbianas

       
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    Desperté un dia con ganas de seguir escribiendo, con ganas de encontrar a mas sobrevivientes... como yo.
    Y los encontré... encontré a las arañitas tejedoras que me devolvieron a la vida, que me demostraron que ser distinta no era ser extraña, solo era ser especial.
    Volvi a tomar mis viejos palillos, torsidos, gastados... no he parado de tejer en 2 meses, y me he reencontrado con el don que Dios me dio, y que mi abuelita y mi madre me incentivaron. Soy feliz.



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